Desde la cima de este frío páramo, sin más ropa que la piel y los sentidos, a la intemperie, detengámonos a escuchar las voces antiguas que nos trae el viento, quizás apenas en un susurro, que un día nos dieron forma y hoy se difuminan en un todo global televisado. Seamos testigo y eco al mismo tiempo de las señales que permanecen suspendidas a nuestro alrededor desde la niñez. No acotemos nuestro privado ni nuestro público, compartamos tradición y creencia, hallemos misticismo, virtud e historia, nuestro reflejo en los textos.

En este punto de encuentro hallarán cobijo las ideas que fueron y las que podrían haber sido; las iluminadas y las desterradas. Las lecciones del maestro y las palabras que no nacieron. Abrámonos a las imágenes que contrastan con nuestra época y nos recuerdan que el pensamiento nunca es único, ni siquiera el aprendido. Así, este Páramo será un tren cargado de recuerdos respetables y respetuosos, tan nuestro como el Duero y tan vivo como el idioma que nos une a todos.